Pasión prohibida en otoño
Las hojas de los árboles caían lentamente, pintando el suelo de tonos dorados y rojizos que anunciaban la llegada del otoño. Mientras la temperatura descendía, también lo hacía la cordura que intentaba mantener en medio de la vorágine de emociones que me consumían. Mi vecino seguía siendo el protagonista de mis pensamientos más íntimos, aquella pasión clandestina que ardía entre nosotros como un fuego incontrolable. A pesar de los riesgos y las advertencias en mi mente, no podía resistirme a la atracción magnética que nos unía. Cada encuentro furtivo se volvía más intenso, cada mirada cargada de deseo era un recordatorio constante de la pasión prohibida que compartíamos. Atravesar la calle hacia su casa era como dar un paso más hacia el abismo del deseo prohibido, un abismo del que no quería escapar. Una noche, con la complicidad del silencio y la ausencia de testigos, nos aventuramos a salir a cenar juntos. La química entre nosotros era palpable, las risas y las miradas cómplices creaban una burbuja de intimidad que nos envolvía. En medio de esa penumbra cómplice, sus manos encontraron las mías y su contacto era un llamado a entregarnos sin reservas. Al regresar a casa, la pasión contenida estalló en un torrente de emociones desenfrenadas. Nos entregamos en cuerpo y alma, sin pensar en las consecuencias, sin detenernos a analizar el peligro que acechaba en las sombras. En ese instante de éxtasis, éramos solo dos almas hambrientas de placer. Con la llegada de la mañana, la realidad golpeó con fuerza mi conciencia. Las consecuencias de nuestras acciones se cernían amenazantes sobre nosotros, recordándonos que estábamos jugando con fuego. Pero en mi interior no había arrepentimiento, solo la chispa encendida de la pasión que nos mantenía unidos en un vínculo irrompible. A medida que el otoño avanzaba y las hojas se teñían de colores intensos, mi corazón se debatía entre el deseo ardiente que nos consumía y la responsabilidad de afrontar las consecuencias de nuestros actos. Sabía que llegaba el momento de tomar una decisión, de enfrentar la realidad y asumir las riendas de mi destino. Pero por ahora, me dejaba llevar por la vorágine de emociones que me mantenía flotando en un estado de éxtasis eterno.
Previous Next Back to Home